La muerte de la reina María Antonieta en la guillotina se convirtió, en el imaginario colectivo, en un símbolo de cambio político en Francia. Su muerte, representa también lo que va a suceder en la moda: se pone punto final a la tiranía y a la opresión de las rígidas normas, los excesos, el derroche y las vanidades. El pueblo francés exige libertad, austeridad y poder de decisión sobre su vestimenta.
La llegada de la Revolución francesa trae consigo un cambio profundo en la sociedad del siglo XIX. El nuevo sistema social busca la igualdad y la sencillez en todas las áreas de la vida cotidiana, incluso en la vestimenta. Recordemos que la moda, fue un asunto casi de culto en el sistema monárquico de Luis XVI y María Antonieta, y hasta se impuso un ministro que regulara todos los asuntos relativos a la indumentaria. Pero el rechazo de la sociedad por las viejas costumbres es tal, que no se admite ya ningún tipo de reglamentación sobre el atuendo.
El nuevo traje francés además de basarse en la sencillez y la libertad, busca transmitir un espíritu nacionalista, con un diseño altamente higiénico, inspirado en la antigüedad clásica. El aspecto del atuendo masculino que antes de caracterizaba por sus coloridos ornamentos, empieza ahora una larga carrera de transformación que lo va a convertir casi en un uniforme. Es en este momento que se produce el cambio más importante en la vestimenta de los hombres: el calzón corto exterior va a ser sustituido por pantalones largos hasta el pie, que paulatinamente se van a ir haciendo cada vez más estrechos en la bota. Sobre estos, los botines que se utilizan esconderán las medias, que, adaptándose a los nuevos tiempos, van a convertirse en calcetines interiores.
Con este cambio, las fábricas de medias enfocan ahora toda su producción en los calcetines sobrios y sencillos, de colores apagados y aburridos que van a juego con el atuendo exterior de la nueva clase masculina burguesa.
Al mismo tiempo que se suceden estos cambios, Inglaterra, que está ahora en pleno apogeo industrial, se va a convertir en una potencia mundial. Como es de esperar, la influencia que ejerce se extiende hasta el ámbito de la moda, y Francia, cede terreno y empieza a regirse por los estilos y la estética de la nueva potencia, lo que pondrá fin a la coquetería masculina a medida que se empiezan a adoptar las formas sobrias y correctas de los señores ingleses.
Es así como la historia de las medias masculinas llega a su fin, quedando espacio en la vestimenta únicamente para los calcetines interiores. De ahora en adelante las piernas femeninas, que poco a poco irán quedando cada vez más al descubierto, van a ser las únicas protagonistas de esta historia.
Retrato de un típico Sans Culotte de Louis-Léopold Boilly.
Las mujeres tuvieron un papel decisivo en la Revolución Francesa. Por primera vez exigen ser consideradas como ciudadanas con las mismas libertades y derechos que los hombres. Por eso, aprovechando este nuevo rol que buscan ocupar, se liberan de la opresión del corsé y se visten de un nuevo traje femenino más simple: una falda hasta el suelo, un jubón, una chaqueta y una camisa de colores claros y de tela transparente. Este atuendo, conocido como “traje desnudo”, va a causar gran escándalo en las cortes europeas, porque muchas optan por llevar sandalias, deshacerse de las medias, e incluso dejar de utilizar ropa interior. Aun así, hay mujeres que seguirán utilizando medias de algodón, lana o seda, lisas o de motivos rayados.
Desafortunadamente, este intento por ocupar un rol diferente en la sociedad no es tomado en cuenta y permanecerán excluidas del nuevo sistema, hasta la llegada del siglo XX, cuando las mujeres obtengan definitivamente sus derechos como ciudadanas. Sinónimo de este fracaso social parece ser la vuelta al uso del corsé que se da en la década de 1820. Sin embargo, como una especie de milagro compensatorio y para matizar un poco el sinsabor de la derrota, por estos años nace también la famosa “Alta Costura”.
Mientras la moda masculina se convirtió en una paleta de grises, de formas monótonas, ahora las mujeres van a disfrutar de la exclusividad y la coquetería que los hábiles diseñadores y sastres van a poner al alcance de todas.
Los vestidos se van a llenar de fantasías, de colores y de nuevas formas, que todas las mujeres, incluso las más normales y corrientes van a querer utilizar. Con el auge del sector textil, la difusión de las revistas de moda y las ventas en los grandes almacenes de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, hacen que la moda femenina se “democratice” y que tenga un mayor alcance.
Aunque Inglaterra regía para este momento el estilo masculino, la gran influencia que durante siglos ejerció Francia en el diseño de las prendas femeninas le permitió, seguirse conservando como la referencia líder en la moda femenina. Especialmente se mantiene la tradición de las medias de seda, que aún son consideradas como un artículo de lujo. La zarina Isabel, hija de Pedro el Grande de Rusia, compraba toda su ropa en París y ponía especial atención en la moda de las medias.
Litografía «Las medias» de Lemercier.
Como es de suponer, la aparición de la Alta Costura desencadenó grandes cambios en la vestimenta femenina. Sumado a esto, el movimiento cultural conocido como Romanticismo que influía en los artistas y pensadores más importantes de la época, no se limita y alcanza también a los diseñadores de moda. Para la vestimenta se empiezan a utilizar telas más pesadas, ornamentos e incluso colas, y así como regresó el corsé, las mujeres del Imperio Napoleónico van a volver a vestir ropa interior, medias y zapatos. Las faldas comienzan a acortarse, y ahora queda a la vista el tobillo, lo que permite que las medias se conviertan nuevamente en el centro de atención, como había sucedido en el período rococó.
Las hay de todo tipo: bordadas, de colores y a juego con el traje, caladas, e incluso, sucede un fenómeno en la moda que hasta ahora no se había visto: se utilizan dos pares de medias, una encima de la otra. Ejemplo de esto eran las medias de red que se vestían sobre otro par de medias color carne y que se combinaban con los vestidos de noche. Este acierto en la moda se convertirá en el precursor de las medias de red como las conocemos hoy en día.
Así, las medias vuelven a convertirse en la tendencia principal y son el objeto de la atención femenina. La importancia que se le da al colorido aumenta, gracias al sistema de tintado textil que va en aumento. Los colores deben ir a juego con el vestido que se utilice, y los tonos son bautizados con nombres muy propios de la época del romanticismo que se vivía: Llama del Vesubio, Arenas de Nubia, Sapo amoroso, etc.
Por esos años, las prendas femeninas se confeccionaban con telas ligeras traídas de Inglaterra, hasta que la Emperatriz Eugenia, que sufría de una gran aversión por esas austeras telas similares a la de los trajes políticos, trae de vuelta los brocados y las sedas francesas. Con estos nuevos cambios, la ropa interior sufre una transformación que la lleva a convertirse en el foco de atención. Se utilizan camisas finas de batista bajo el corsé, y las enaguas van acompañadas de un calzón que llega por debajo de la rodilla. Las medias de seda o algodón en color blanco se van a anudar con cintas o ligas, y se convertirán en prendas íntimas de carácter explícitamente erótico.
Pintura La Nana de Édouard Manet.
Desde la aparición del romanticismo, hasta las últimas décadas del siglo XIX, las medias no variaron mucho en cuanto a estilos y colores. Pero para la década de 1870, la Alta Costura, atenta a las nuevas demandas de las mujeres que cada vez buscaban crear atuendos más caprichosos e inventivos, pone de moda los cambios de calzado según la ocasión: las botas altas de cuero sirven para estar en la calle, y los zapatos se utilizan en casa o para asistir a bailes. Con esta nueva diferenciación en el calzado, las medias van a adaptarse también al tipo de zapato. Si las botas eran de cuero, por ejemplo, se utilizaban medias rayadas en azul y amarillo.
Las combinaciones más coloridas y extravagantes se empiezan a generar: hay medias caladas, con incrustaciones de encaje o de punto hecho a mano. Las medias de fantasía se ponen de moda para cualquier ocasión, y de acuerdo a la hora: las que son confeccionadas en hilo de Escocia se reservan para el día, mientras que las de seda son las más utilizadas en la noche.
Sin embargo, con la llegada de la década de 1890 y durante los siguientes 20 años, la sociedad experimenta cambios sociales y económicos que empiezan a dividir cada vez más a la población en cuanto a estatus y a poder adquisitivo. Esta división trae consigo una separación de la Alta Costura, que ahora va a quedar reservada solamente para las personas más pudientes, de la “Gran Costura”, es decir, la moda confeccionada en grandes cantidades para las clases populares. Esta minoría afortunada que disfruta de la Alta Costura, se convierte en sinónimo de refinamiento en cuanto a comportamiento, vestimenta e higiene.
Un reflejo de ello es el traje femenino característico de la Belle Époque, que con el uso del corsé curvaba el cuerpo femenino hasta convertirlo casi en una “S” y lo dividía prácticamente en dos partes. Todo esto, en un intento por conseguir una silueta femenina más estilizada. Pero, esta exageración estética no va a perdurar mucho en el tiempo, y a partir de 1910, la Alta Costura elimina definitivamente el corsé del atuendo de las mujeres.
Con este cambio, las mujeres nunca más se verán en la obligación de encerrar su figura en los estrictos límites del corsé, salvo algunas excepciones que así lo requieran. La supresión de esta prenda, aunque parezca insignificante, se convertirá apenas en el primero de muchos avances que lograrán las mujeres en el siglo XX, en donde alcanzarán por fin el reconocimiento de sus derechos como ciudadanas en la sociedad.
Ropa íntima en la Belle Époque: Corsé y medias
La década de 1910 comienza en medio de un clima de agitación social, económica y política. Las bases que darán inicio a la Primera Guerra Mundial se están afirmando: los países europeos, guiados por un espíritu nacionalista, se disputan la materia prima, las rutas comerciales y los nuevos mercados. Las ciudades promedio han pasado a convertirse en grandes urbes gracias al aumento excesivo de la población.
Pero, aún con todos estos cambios, la moda sigue siendo una aspiración de los ciudadanos, que buscan vestirse de manera digna.
Las mujeres de esta década tienen una nueva figura: recta, lineal y vertical. El traje para la ciudad consta de una falda acompañada de una túnica, una blusa y un sombrero. Aunque el atuendo sea simple, la variedad de trajes según la ocasión permite que sean muchas las opciones en la moda. Hay trajes para la noche, para los bailes, para las tardes, para las meriendas, etc. Las revistas de moda difunden consejos y normas en donde las medias juegan un papel importante.
En 1914, el traje femenino se acorta dejando ver el pie y el tobillo. Quedan al descubierto las medias de seda artificial, natural, algodón, hilo o lana, con costuras en la parte trasera. Los diseños son lisos, con ligeros bordados pero sin excesos de fantasías, y los colores son sobrios: beige, gris, negro o blanco.
Madmoiselle Vionnet y Paul Poiret, costureros parisienses encargados de eliminar el corsé en la vestimenta de las mujeres, le dan un nuevo giro a la ropa íntima femenina: la simplifican a un viso o traje recto, escotado y suelto. Poiret rediseña el corsé y lo transforma en el antecesor de la faja y el sostén: le eleva la cintura y lo marca debajo del pecho. Ese mismo año, Chanel abre sus primeras tiendas en París y comienza a fabricar trajes de punto en seda artificial, que, aunque confeccionados en tela gruesa, marcaban la figura femenina.
Todos estos cambios son mal recibidos por una sociedad que aún conserva el pensamiento tradicional, y son tildados de inmorales y provocadores, llegando incluso a imponerse multas en Estados Unidos para aquellas mujeres que muestren demasiada piel o que utilicen ropa muy ceñida.
Sin embargo, esta polémica de carácter moral tendrá su fin no de una manera civilizada, sino más bien, con la llegada de la Primera Guerra Mundial, cuando todas las mujeres, cualquiera sea su condición social, van a tener que confeccionar su propia ropa. Los trajes se van a acortar y a militarizar, respondiendo a las necesidades que el conflicto generó en la sociedad. Conseguir un par de medias va a ser casi imposible, y solo se volverá a retomar su uso en la década de los 20.
Los trajes de baño en 1910 se utilizaban con medias.
(Continúa en la tercera parte)
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